En 1941 se funda la Unión Ferroviaria y se elige al primer presidente del sindicato, el compañero Gregorio Ismael Alpuin.
Lamentablemente el destino arrebató la vida a Alpuin y al poco tiempo fallece, víctima de una enfermedad, no llegando a jubilarse por un año.
Obviamente no fue moco de pavo, organizar un sindicato con una patronal represiva como la británica, habían pasado 33 años de que la Unión Ferrocarrilera fue desbaratada, 33 años sin sindicato en los ferrocarriles privados.
Los compañeros realizaron una tarea clandestina, hasta que la segunda guerra mundial abrió la posibilidad de constituir una organización sindical fuerte(ver http://www.unionferroviaria.uy/nosotros/).
Toda una vida de trabajo y el mayor anhelo de tener una jubilación no fue alcanzado por Alpuin.
Alpuin era maquinista, en esa época los convoy no superaban las 500 toneladas, y los maquinistas tenían jubilación bonificada por las calderas, 80 años después se arrastran 1000 toneladas y en el ferrocarril central serán 2000 toneladas, con una productividad cuadruplicada hoy Alpuin tampoco se hubiera jubilado, hemos perdido las bonificaciones y ahora se ha aumentado la edad jubilatoria a 65 años, estamos peor, con las AFAPS que saquean los dineros de los trabajadores y se los llevan para otros países.
Como es posible que un salto tecnológico de tal magnitud no libere al hombre y lo esclavice aún más, como es posible que hayamos vuelto al monopolio de una empresa extranjera, monopolio creado en los 15 años de un progresismo que prometía justicia.
Nuestro sindicato tiene su historia, larga, sufrida, una historia que nos da fuerza pero también nos impone estar a la altura, poder cumplir el anhelo de Alpuin y jubilarnos con una expectativa de vida justa por delante, cumplir la obra de Alpuin y organizar a todos los trabajadores del sector.
Hoy Alpuin emerge como un Cid Campeador, fue nombrado en la Mesa Representativa, para argumentar en defensa de un plebiscito que acabe con el aumento de la edad jubilatoria, que haga caer la reforma de la muerte, que ponga a la clase trabajadora a la ofensiva.
Transcribimos fragmentos de una nota en su homenaje ,publicada en la Voz del Ferroviario de 1942 en homenaje y recuerdo, no tiene desperdicio, muestra el camino a seguir , una herencia de acero, eterna, pese a los contras y a sus lacallos, pese a los genuflexos de siempre, que con su arrogancia nos quieren llevar a los ponchazos, no podrán.
NECROLOGICAS
Escribimos estas líneas aún bajo la influencia del dolor que embargó nuestro espíritu cuando nos enteramos del fallecimiento del primer Presidente de la Unión Ferroviaria, compañero Gregorio Ismael Alpuin, acaecido el 15 del corriente, tras prolongada y cruel enfermedad y es que su desaparición física lleva consigo al hombre que desde los primeros e inciertos días de nuestra organización, quebrantando prejuicios y temores, supo ponerse a la altura de su hombría y de su gran entereza moral, al aceptar el alto sitial que sus compañeros le ofrecieron. Los que tuvimos oportunidad de estar a su lado desde el comienzo de la organización, pudimos apreciar en toda su plenitud, la enorme significación que para el novel gremio representaba que estuviera a su frente un hombre como Alpuín; sus dotes de bondad, su moral acrisolada, su grande ascendiente entre el personal de locomotoras de todas las remesas, hicieron que el solo anuncio de su nombre como Presidente de la entidad sindical ferroviaria, que surgía a la vida luego de 33 años de desamparo gremial, convulsionara al personal de toda la línea, induciéndole a solicitar la afiliación y era que el solo nombre del Presidente llevaba consigo la seguridad y la solvencia moral y material de la Institución que en estos días cumplirá su primer año de vida.
El compañero que desaparece no pudo ver cumplidos los más caros anhelos de su vida, que era el poder acoger a los beneficios de la jubilación, para dedicarse por entero al cariño de los suyos luego de casi 30 años de trabajo y el ver a su querida Unión Ferroviaria en el plano de grandeza que todos deseamos.
El acto de sepelio, realizado el lunes 16 del corriente, fue el trasunto fiel de lo que en vida significó Gregorio Ismael Alpuín, y el número de acompañantes puso una nota pocas veces superada en la localidad. En el momento inhumar sus restos en el Cementerio de La Paz, hizo uso de la palabra, en nombre de la unión Ferroviaria el compañero Máximo Machín en los siguientes términos:
Cumplimos hoy con la dolorosa tarea de acompañar los despojos mortales del compañero Gregorio Ismael Alpuin.
Hombre sencillo y bueno, cuya misión fue entregar abnegadamente su obra de bien a la colectividad, creando en su lucha días tras días una familia en quien expandió sus más profundos afectos y aún le sobró bondad de corazón y tiempo para prodigarse hacia los demás hermanos de clase: los trabajadores.
Cuando nuestra organización buscó un hombre bueno, honrado y comprensivo, para depositarle nuestra bandera de reivindicación social, fijó los ojos en el compañero Alpuin y lo pusos a la cabeza de nuestro movimiento. Con el afrontamos los más duros momentos de la lucha hasta que el mal que lo aquejaba lo separó de nuestras filas.
Hoy acompañamos los restos del infortunado compañero caído cuando ya tocaba la meta de su justo y bien ganado descanso, como si un malhadado destino, después de penosa trayectoria, trochara su vida afanosa y luchadora en el momento mismo de ver coronados sus esfuerzos.
La Unión Ferroviaria deshoja ante sus restos mortales estas sencillas flores de nuestra gratitud, buscando con ello consuelo a l amargura que embargara a los familiares y amigos que hemos tratado y conocido.
La muerte, la despojamos de la carnal vestidura, deja a la incorpórea imagen de nuestra personalidad solo aquellas virtudes excelsas que nos han adornado en vida, y al apagarse los enconos, pasiones y miserias propias de la existencia, solo perduran en el recuerdo las angélicas dotes que cada uno supo practicar en la trayectoria de su existencia, y en nuestro recuerdo, las dotes de tolerancia, respeto y abnegación del compañero caído, le dejarán un recuerdo imborrable en nuestra memoria.